«La asunción de la existencia de un recurso vinculado al paisaje conduce a su consideración como patrimonio» (Higueras 2009). Bajo esta mirada, el paisaje en tanto patrimonio, se siente, se educa, se transmite sensorialmente y se va configurando por adiciones de vivencias en el tiempo. A consecuencia debe ser gestionado, por sus características de singularidad, relevancia, valor y perdurabilidad, porque representa un bien para la sociedad.